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GUILLERMO

Texto y Fotos: Gonzalo Yahuita



Le pregunto cómo está, me dijo que bien. Me quedo unos segundos frente al rosario que está en ese cuadro torcido, colgado de esa pared descascarada. Mientras busca los vasos para el jugo de pomelo, leo los títulos de la pila de libros, distingo Las Venas Abiertas de América Latina y otro de Edgar Allan Poe.

Un estuche de Antonio Banderas vigila la habitación desde la mesa de luz, se oculta detrás de dos libros y unas cremas o pomadas, parecen remedios. Cada tanto se escuchan las ruedas de los autos sobre el adoquín de la calle.

Me quedo mirando la grieta, no sé si va hacia arriba o abajo. Con la luz de la mañana, que pide permiso por la ventana, la pared cobra vida y también sus detalles, sus fisuras, el paso del tiempo.

Guillermo hace más de 35 años trabaja frente al volante. Primero en la línea 50 de colectivos, su recorrido era desde el barrio porteño de Mataderos hasta Retiro, luego en la línea 6 que iba desde Villa Soldati hasta Retiro. Desde hace veinte años está arriba, primero, de un Peugeot 504, luego de un Renault 19, después de un Fiat Siena y por último de un Volkswagen Suran. Con la Suran se dio el gusto de tenerla desde 0 km y sin equipo a gas. Nunca lo vi usar GPS ni siquiera cuando

cruza los límites de Capital Federal.

La luz vuelve a pedir permiso, esta vez señala una camisa sobre el respaldo de una silla, tiene las mangas arremangadas como si estuviera lista. ¿Lista para qué?

Sus manos están curtidas, llama la atención su brazo izquierdo, tiene dos codos. Cuando era chico cayó de un árbol y se sacó el codo de lugar. Un familiar quiso acomodarle el brazo sin éxito.

Su voz es firme, me dice que el laburo bajo por los UBER, eso hizo que el valor de la licencia del taxi bajara a la mitad. ¿Qué hubiera dicho en ese momento de haber sabido que este año habría una pandemia? que las calles estarían vacías por meses y que el trabajo bajaría para muchos?

Me detengo otra vez a mirar la pared azul, sus grietas, sus cáscaras de pintura, su paisaje torcido, la sombra del rosario. La luz del mediodía la hace brillar mucho más, con más fuerza.

Guillermo me dice que tiene que salir a trabajar, así que terminamos los vasos de jugo y nos despedimos.

Hoy sigue trabajando con el taxi y a mitad del año 2020 comenzó a cobrar su jubilación.



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