Hay un largo trecho entre aquel contrato social de Rousseau y estos tiempos. ¿Se acuerdan? Libertad, igualdad, fraternidad, que hermoso. Parece una joda.
Sin embargo podemos trazar algunas líneas transversales que podrían ayudarnos a pensar y a conectar aquella revolución industrial, con la fábrica en la que Cristian trabaja doce horas por día o los modelos de agricultura colectiva Soviética con la agricultura sostenible de estos tiempos y la militancia antiespecista de Alejo tomando fotografías en campos de concentración porcina para alimentar a la población. O podríamos conectar la admiración que siente Guido por los retratos de Martin Chambi en cámara de placa con olor a atmósfera viva y las imágenes pseudo retratadas de compañerxs on-line con su celular a través de las pantallas, con la que está trabajando actualmente.
DISTORSIÓN, CURVAS Y PÍXELES
Texto y fotos: Guido Cupolo
Hay algo de absurdo en estas relaciones, tan absurdo y real como las noticias falsas, los algoritmos omnipotentes, los nuevos virus y bacterias que circulan por ahí transformando a cualquiera en amenaza, las redes sociales como programas cerebrales para disciplinar sujetos subjetivados por el sistema hegemónico por lo tanto objetivados. Por lo tanto controlados, separados, normalizados para ser buenos productores, mano de obra, fuerza de trabajo.
Y ahora bajo esta situación de excepción por la cual transitamos con bastante incertidumbre, este estado en cual nos encontramos en el presente, el que Foucault llamó como “Estado de excepción” y Giorgio Agamben continuó desarrollándola con el término “Vivir Peligrosamente”
Hay una estructura densa, un sistema de creencias hegemónico que se nos impone a los codazos, o mejor dicho a los corchazos, a veces le decimos Crisis, la sentimos como cimbronazos, cada tanto las placas se mueven y pasamos de ser libres, iguales, hermanados a estar encapsulados, separados, con miedo, reclamando seguridad. Hay algo de ruido, que nos disloca, que tiene una vuelta más de rosca. Me refiero a ese pasaje conceptual de estar conectados todos con todos fraternalmente a convertirnos en seres sospechosos.
No es una idea nueva, lo intentaron desde hace mucho tiempo, separando a locos o enfermos de los sanos, a los criminales y a los individuos “buenos”, a los de cuello blanco de los de cuello azul y así podríamos seguir nombrando.
Es esa distorsión la que intento abordar en el presente, hay algo de expulsar de adentro como cuando te atragantás con algo que estás masticando. Ese transitar la experiencia de ser sujeto a ser sospechoso, esa desfiguración, la veo reflejada en líneas distorsionadas, imágenes pixeladas, cierta definición por debajo de la norma tecnológica actual. Esa repulsión, ese intento por comprimirnos en cajitas aisladas híper-vinculadas ,la intento transformar en imágenes arqueadas por el monitor, enajenadas. Es mi forma de contar y transformar el encierro, la distancia y las “prácticas que dividen”, en imágenes.
FÁBRICA Y PANDEMIA
Texto y fotos: Cristian M Pecci
Desde mediados de marzo, mi trabajo como el de muchos cambió notablemente. Hoy se escuchan palabras como barbijo, sanitizante, desinfección, protocolo, entre otras. Desde la puerta, antes del ingreso, un personal de seguridad toma con un dispositivo electrónico la temperatura en la frente, dispersa de alcohol en gel en las manos y le comunica a otro compañero que toma anotaciones el número de legajo y la medición. 341…34-9, 428…35-5 así se escucha cada vez que me voy acercando. Tienen una pequeña mesita que con un vasito descartable con papelitos cortados y otros 2 con líquidos de colores. Desde hace 10 meses la prueba final para poder entrar al establecimiento consiste en mojar ese papelito en desodorante para pisos, olerlo y decir si es limón, lavanda o frutos del bosque. Por suerte, este “test casero anti-Covid” mejoró, al principio, era un vasito con vinagre de vino y sentirle el olor a las 6 de la mañana no era muy agradable. El último paso es pisar una alfombra con desinfectante y eso me habilita para el ingreso a planta. Además de los elementos de protección obligatorios, de uso habitual como cofia y protectores auditivos, sumamos tapabocas y gafas transparentes en nuestra cabeza. Con tanto equipamiento estamos totalmente cubiertos y a veces no se sabe quién es el que te saluda.
Surgió un nuevo personaje en la fábrica, lo llaman “el caza-fantasmas” rememorando una vieja película de los años ochenta. Alrededor de 3 veces por turno, el personal de limpieza pasa por todos los sectores, acorazado, cargando una mochila plástica y rociando desinfectante por doquier. Pero a pesar de todos los recaudos, el virus entró.
Este presente tiene momentos de angustia, miedo, desesperación, incertidumbre y tristezas. Como cuando nos enteramos que un compañero del sector, a pocas horas de haber ingresado, se había retirado con chuchos de frío. Y peor aún, cuando a las 48 horas se confirmaba que era el primer caso de Covid positivo. ¿Quién había trabajado con él? ¿Quién se lo cruzó? ¿Quién lo tuvo cerca? ¿Qué elementos tocó? ¿Habremos llevado el virus a nuestras familias?, muchas preguntas, pocas respuestas. Hisopados forzosos, y resultados negativos. Por suerte le fue leve y así otros 20 más hasta el día de hoy. Pero lamentablemente, cuando le tocó el turno a Guillermo, guardado y todo, no pasó lo mismo. La venía peleando hace algunos años, la venía peleando contra una enfermedad jodida. Y este virus, esta pandemia, si te agarra dicen, justo contra las cuerdas, no te perdona.
FÁBRICA DE ANIMALES-FÁBRICA DE PANDEMIAS
Texto y foto Por Alejo Costa
El proyecto de mega-granjas porcinas en Argentina es la decisión más errada que la dirigencia política pueda poner en marcha, la necesidad de satisfacer la demanda de la población china, que consumen la mitad de toda la carne de cerdo del planeta conlleva un peligro de disparar una nueva pandemia en nuestro territorio.
El gigante asiático planea invertir 27.000 millones de dólares y exportar sus granjas industriales para abastecer un consumo de 700 millones de cerdos al año. A finales de 2018 el país oriental poseía más de 441 millones de animales y a raíz de la denominada peste africana, para evitar la propagación masiva, se ordenó sacrificar a más de 150 millones de ejemplares, algunas fuentes estiman que la cifra pudo ascender a 200 millones. Los periódicos de mayor influencia en nuestro país, trataron el tema como “oportunidad para la Argentina”, “semejante impacto de la enfermedad está reconfigurando el mapa de las carnes”, La Nación 17 de mayo de 2018. Las consecuencias que esto genera a nivel ecológico-ambiental solo tienen un posible desenlace. Naciones Unidas identificó al consumo de animales como la causa principal de expansión de enfermedades zoonóticas.
Tampoco es casual que los incendios en distintas provincias tengan que ver con ampliar la zona de cultivo para servir de alimento a los animales confinados en este megaproyecto. La disminución de la biodiversidad agrícola es una consecuencia grave de la industrialización de la cría de animales a gran escala. Hay demasiado dinero e intereses en juego.
En la actualidad, vivimos un presente de confinamiento social, a raíz de una gripe bacterial, que se propagó de manera insospechada, justamente en la ciudad de Wuhan, China, a través de los alimentos procesados, exportados por ese país. Debemos entender que lo que se está exportando son alimentos-cadáveres que en muchos casos ya están en proceso de putrefacción, llenos de químicos como:
conservantes, saborizantes, edulcorantes, colorantes y más. Los cuerpos físicos de las personas en forma general no son saludables, muchos están enfermos, mal alimentados y así llegan a la vejez, cuando son atacados por estos microorganismos, mueren porque sus defensas son muy bajas.
La instauración del miedo, pánico y terror por parte de los medios masivos de comunicación, que solo hablan de una enfermedad, anclada a la idea de mostrar la realidad como si la población fuera culpable, que merece estar encerrada en casa, si es que tiene tal suerte, que necesita más cuarentena por indisciplinada, y finalmente que las vacunas libertará el confinamiento. Sin tener en cuenta que miles de seres mueren y nacen al mismo tiempo en el mundo, la estadística planetaria dice: alrededor de 56 millones de personas fallecieron en 2019 en todo el mundo. Esta cifra es 10 millones superior a la registrada en 1990, con una población global que ha ido creciendo y con gente que vive más tiempo en promedio. Más del 70% fallece de enfermedades crónicas no transmisibles que progresan lentamente. Las más mortales son las enfermedades cardiovasculares y son responsables de una de cada tres muertes.
Esto me lleva a la reflexión, y a preguntarme ¿en qué mundo quiero vivir? ¿A qué estoy dispuesto a renunciar en mi vida cotidiana para no aportar a estas catástrofes?
Yorumlar