Por Leandro Crovetto
Siempre me pregunté qué tiene de característico Villa Bosch. Un barrio ubicado en el Noroeste del conurbano bonaerense perteneciente al partido de 3 de febrero que se fundó luego de que en 1871 la ciudad de Buenos Aires se viera asolada por la epidemia de la fiebre amarilla y obligó a muchos a trasladarse a otras zonas.
Históricamente, cuando conocía a alguien y le decía de donde provenía, y ante el silencio de mi interlocutor al decir “Villa Bosch”, me veía obligado a completar con la frase: “cerca de Caseros y de San Martín”. Muchas veces decía directamente Caseros para ahorrar tiempo.
En las inmediaciones de la estación J.M. Bosch del Tren Urquiza, único medio que tiene un Villaboschense para ir a Capital de forma directa, hay un bosque de Eucaliptus que se podría decir que es “emblema” del barrio. Y además es un espacio de esparcimiento para los vecinos y las vecinas.
En el 2011 nos encontramos con un muro rodeando un sector del bosque y con la noticia que tumbarían los árboles para hacer torres. Esa fue la única vez que vi al barrio movilizado, aunque con la crisis del 2001 también, pero esa es otra historia.
Luego de semanas de lucha colectiva, resistiendo los aprietes de la gente del entonces intendente Hugo Curto es que se logró que se detuviera esa obra.
Hoy, funciona un Centro de atención vecinal de la municipalidad de 3 de Febrero y un parque con juegos que, si bien está entre rejas, evitó la destrucción de los árboles.
Paralelamente, en un sector baldío del predio, varios vecinos desmalezaron armado una huerta. Muchos nos encontrábamos ahí para disfrutar del verde y ayudar con el espacio que ahí se estaba construyendo. Hasta que la municipalidad volvió a mandar a sus patotas y destruyó todo. Hoy es un predio vacío con custodia policial.
En esta sociedad capitalista que hace de la propiedad privada una religión, y prefiere tener terrenos vacíos y cercados que un espacio verde para que disfrute la gente, un lugar así tenía los días contados desde su inicio.
A los 25 años me fui del Barrio y estuve viviendo en muchos lugares. Hoy, vuelvo a vivir en él y me encuentro un barrio con muchos comercios, pero ninguna biblioteca o centro cultural. Un barrio que en los últimos años creció a lo alto debido a la cantidad de edificios que se construyeron, pero no se invirtió en infraestructura para soportar eso.
El viejo edificio de la estación, donde antes funcionaban oficinas del ferrocarril, es lo único que se mantuvo intacto. Allí hace muchísimos años vive gente y una de esas personas es mi amiga Tatiana con su familia. Muchos creen que los que viven ahí son ocupas y hubo varios intentos sin éxito desde la municipalidad para que se fueran, probablemente para hacer algún negociado ahí.
Cuando pienso en el barrio, pienso que no pasa nada interesante, pero siento por momentos una pulsión que me atrae. Como si parte de mí siempre se encontrara allí, recorriendo sus calles en bici, o visitando a los pocos amigos y amigas que no se fueron.
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