Por Carla Guzmán.
Vivo en La Paternal hace 3 años, un barrio situado al noroeste de la Ciudad de Buenos Aires, que me recuerda mucho a mi provincia (Santiago del Estero). Sus casitas son bajas, hay pocos edificios e ir a hacer las compras y que las vendedoras te reconozcan, charlar y saludar a les vecines da una sensación de familiaridad hermosa.
Dicen que un sinónimo de La Paternal es Maradona, ¡quizás! Pero para mí la Paternal son ellas.
Las mujeres de mi barrio, que trabajan del comercio, cada una con su historia particular y que en este contexto de pandemia no dejaron de trabajar a pesar de los riesgos.
Sobre Boyacá, el local de Mari tiene de un lado la verdulería de Rosa y del otro la Peluquería canina de Lili, al comienzo de la cuarentena cuando las calles estaban desoladas, se organizaron con horarios parecidos para acompañarse, a veces Lili le ayuda a descargar cajones de verdura a Rosa quien todas las mañanas llega temprano con su hijo ya que al no ir a la escuela no tiene con quien dejarlo. Cuando una está sin clientes se acerca al local de la otra para charlar un poco. A pesar de tener rubros y espacios distintos son muy compañeras.
María tiene su carnicería en un supermercado a la vuelta de los locales de las otras mujeres, al igual que Rosa son trabajadoras migrantes. El recorrido que solemos hacer les vecines es pasar por la carnicería de María e ir a lo de Rosa por las verduras, luego a lo de Mary por algo para la merienda, en lo de Bety los bocaditos de brócoli no pueden faltar en la compra y a lo Lili quienes tienen perros y les que no tenemos, pasamos saludándola o nos quedamos charlando un rato seguro.
Ellas, muchas migrantes, sostén de familia constituyen uno de los sectores más golpeado por los efectos económicos de esta cuarentena.
La situación es más compleja si tenemos en cuenta que la enseñanza y las tareas del hogar son actividades altamente feminizadas, lo que duplica el esfuerzo de las mujeres pero no sus ingresos. (Datos revelados por el CONICET)
Bety es maestra jardinera, se quedó sin trabajo al cerrarse el jardín de infantes donde trabajaba, con mucho esfuerzo logró abrir su local hace pocas semanas, tuvo que reinventarse ya que es el sostén de su familia.
En un barrio donde se resalta la individualidad de un varón cis heterosexual , Mari, Liliana, Rosa, María y Bety son algunas de las tantas mujeres de La Paternal que la gambetearon durante esta pandemia, paró el fútbol, desaparecieron las hinchadas, pero ellas estuvieron dándole vida al barrio estos 9 meses que llevamos de cuarentena.
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