La luz será mi guía en este paseo por el barrio Centro de Ingeniero Jacobacci. No será igual al paseo que hago cada día cuando voy a comprar el pan o a mirar la luna llena desde las vías. No. Éste vendrá con el peso de una renovada percepción: no conozco la historia del lugar; ni sus calles ni sus plazas interpelan mi emocionalidad. Mi identidad territorial está tan fragmentada como estas historias mínimas que junté una tarde de sábado, lejos de casa.
Texto y Fotografías: Carolina Blumenkranc. Noviembre 2020.
En el Barrio Centro de Ingeniero Jacobacci conviven las principales instituciones públicas, entre ellas el Hospital Rogelio Cortizo.
Es la entrada principal del Hospital Rogelio Cortizo. Hoy está cerrada porque es sábado y el único movimiento que veo por el rabillo del ojo es una ambulancia que llega hasta la puerta de la guardia, 20 metros más allá. Dos enfermeros bajan a una mujer que grita y los putea. Pienso que al ser atendida dejará de hacerlo, pero me equivoco. Los gritos aumentan en espanto e intensidad. Pienso que si yo fuera personal de salud me largaría a llorar junto a les pacientes o me anodadaría. Tal vez me convertiría en un ogro...o abandonaría todo y me iría a cultivar hongos alucinógenos en un predio de Bolsón.
-Me duele, ¡¡¡hijos de puta!!!, escucho aún cuando ya estoy en la otra cuadra y apuro el paso para escapar.
Elsita Mansilla trabaja en el Kiosco de la Montaña hace 7 años.
En el kiosco atiende Elsa. Ella tiene los ojos más lindos del barrio. Su hermano me contaba que, una vez, cuando iban de paso por la feria artesanal de Bariloche, una ñaña Tehuelche la reconoció como hija de su pueblo. Le dijo que esos ojos no se consiguen a menudo y que probablemente pertenecía a un precioso linaje ancestral.
“¿De qué color eran los ojos del calafate? Unos
dicen que eran de un color negro profundo por
momentos casi violeta. Otros dicen que tenían un
rarísimo color miel. Todos dicen que esos ojos
miraban a Kankoat con una mirada cálida y
envolvente, todos dicen que Kankoat soñaba con
ellos noche tras noche. “
Leyenda Selknam
Ana María Shua
Calle Julio A. Roca al 500, zona de comercios.
Al inicio de la pandemia, los perros se apropiaron del universo de sentido. Las calles y las veredas vacías les servían de excusa para SER más allá de la hegemonía humana. Dejaron de representar esa tragedia de estar adheridos al andar de un otre. Y se independizaron. Ahora que el mundo ha vuelto a semi-andar corren y descorren el barrio buscando a las familias que habían abandonado. Circulan por el barrio en grupitos para amenizar la soledad.
La Gomería. Antes del ASPO recibían a muchos viajeros que tomaban la 23, ruta que une Bariloche con la zona atlántica. Al limitarse los viajes, la situación económica empeoró.
A esta foto le falta Don Mamaní. Debería estar apoyado en el otro extremo de la puerta de chapa, riéndose con esa simpatía jujeña que lo caracteriza. Pero está engripado, me dice el socio: -No sé si no tiene Covid.
Le pregunto cómo le está yendo en el negocio y me dice que están complicados. Hace 25 años trabajan en esa gomería: primero fueron empleados, después alquilaron el fondo de comercio y en cuanto pudieron, lo compraron. Le pido una foto. Se para tieso y las manos le molestan. Siempre que tomo retratos, al momento de la edición, hago zoom en los ojos para descubrir ese dios personal que todes tenemos en la mirada.
Mi vecino está triste.
Jaci-Car es uno de los más surtidos y grandes almacenes de la zona.
Don Carlos vive en la esquina de casa. En esa misma edificación tiene un mercadito familiar desde hace 27 años. El día a día era más fácil cuando estaban todes: entre dos hermanos se ocupaban del abastecimiento de las carnicerías y del campo y María, la compañera de Carlos, se dedicaba al almacén.
Hoy María está enferma y con aislamiento por ser una persona de alto riesgo al COVID-19 y son las hijas las que ayudan al señor. El hermano se separó de la sociedad familiar y Carlos está ahí, así como lo ven, todo el tiempo detrás del nylon que vela nuestros días.
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